6 de noviembre de 2014

Vejez = discapacidad múltiple

 En la tercera edad se presentan múltiples reducciones en sus capacidades físicas al mismo tiempo. Además de la natural debilidad en la visión, generalmente sufren de pérdida de sensibilidad auditiva, debilidad física, reducción del equilibrio y afecciones reumatoideas. Un tercio tiene sobrepeso y una proporción creciente sufre molestias en sus tobillos, rodillas o cadera.

Esto plantea un cuadro diferente de la visión tradicional de las discapacidades, en particular la motora o visual, donde en general se imagina a un minusválido joven y relativamente vigoroso, con habilidad para resolver solo sus problemas.
Así, con frecuencia un anciano en silla de ruedas no suele estar capacitado para desplazarse sin ayuda de un tercero, desde allí hasta el asiento del inodoro, por ejemplo, incluso si hay barrales de apoyo. Y con frecuencia se plantean los baños sin considerar esa presencia adicional, la del ayudante. Que suelen carecer de espacios suficientes para desarrollar su tarea, bloqueados por paredes próximas o artefactos mal ubicados.

Un factor que con frecuencia olvidan los diseñadores, no solo en las viviendas tradicionales, sino incluso en edificios destinados exclusivamente para adultos mayores.

En el diario New York Times del último fin de semana había un artículo destinado a resaltar estas cualidades en unos edificios recientes, como algo atípico y digno de destacar (lo que por otra parte es rigurosamente cierto).

Hay una multitud de pequeños detalles que ayudan al desenvolvimiento de los ancianos.

Por ejemplo, disponer de artefactos sanitarios cuyos colores no se confundan con el revestimiento de las paredes, y con la tabla del asiento de inodoro fuertemente contrastante, para facilidad de quienes tienen dificultades de visión. Disponer bandas blancas que destaquen el inicio y final de un tramo de escaleras. Poner cubiertos y vajilla que contrasten con el color del mantel. Elevar la potencia lumínica de la iluminación general. Evitar brillos y reflejos, pero también rincones sombríos.


Organizar los sitios de guardado recordando que los ancianos no pueden agacharse demasiado, y con frecuencia tampoco pueden elevar mucho los brazos. En las cocinas, bajar la altura de las alacenas. Y disponer maneras de trabajar sentado en la preparación de sus comidas. Si comienzan a padecer síntomas de fallas de memoria, reemplazar la cocina de gas por otra eléctrica por inducción. De esa manera evitarán quemaduras en la superficie de cocción.

Disponer lavarropas automáticos de carga frontal, y elevarlos algo del suelo, para que sean mas cómodos. Elevar también la altura de las camas, para que sea mas sencillo sentarse o elevarse. Dotar a la casa de sillas con apoya brazos resistentes, pues en ocasiones servirán de apoyo, y no solo para sentarse o levantarse.

Una cuestión delicada es que como con los años el cuerpo se encoge, con mucha frecuencia, y especialmente entre las mujeres ancianas, su talla es muy pequeña, y suelen encontrar que los muebles no están diseñados para su estatura. Eso ocasiona problemas en sus pies, si quedan colgando de la silla, y también en la altura de la mesa, que suele ser excesiva para el momento de comer. Como en general sus medidas son estándar, es conveniente buscar un buen carpintero para que las adapte.

Los mecanismos de apertura y elevación de ventanas y cortinas pueden ser complicados para los ancianos. Hay que estudiar muy bien los modelos que se instalarán, y también probarlos para asegurarse que serán fáciles y seguros de utilizar. Si el/la anciana puede tener síntomas de demencia, intentar que no se abran totalmente y, desde luego, no permitan el paso de un cuerpo. Eso puede lograrse con trabas atornilladas.









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